En 1988 Lolo Sainz se enfrentó al reto de dirigir al jugador más ‘polémico’ con el que se había topado en su carrera. Drazen Petrovic llegaba al Madrid con un pasado reciente lleno de roces con integrantes del que sería su equipo durante ‘teóricamente’ cuatro años... Estas son algunas vivencias, anécdotas y recuerdos de Lolo con respecto al genio de Sibenik:
"Recuerdo el día en que Ramón Mendoza, por aquel entonces presidente del club, me llama y me confirma que Petrovic estaba fichado para la temporada 1988-89. A todos nos cogió por sorpresa. Cuando fueron a comunicar la noticia a diferentes jugadores blancos como Romay ó Iturriaga, se les preguntó que opinaban de Petrovic. La respuesta fue unánime: “Es un cabrón, un provocador...”, lo que estaba en boca de todos en aquel momento. Pero cuando oyeron la buena nueva, el discurso cambió sin solución de continuidad: “[...] pero siempre es preferible tenerlo en tu equipo y no como enemigo”. Muchos nos criticaron ese fichaje, pero mi respuesta era siempre la misma: “Ya veréis como a los cinco minutos del primer partido la gente cambiará los pitos por aplausos y ya no se acordarán de anteriores rifirrafes”. Pero me equivoqué, no fue a los cinco minutos, fue a los tres.
Cuando llegó me encontré a un jugador total y absolutamente hecho en todos los aspectos, más maduro que los años pasados, excepto en sus conceptos defensivos. No estaba acostumbrado al tipo de defensa que practicábamos, en la Cibona efectuaban una zona presionante que difícilmente hacíamos aquí. Siempre le decía: “Cuando juguemos contra un rival débil empléate a fondo en defensa, aunque te eliminen por falta ganaremos el partido casi con toda seguridad, pero cuando el rival sea el Barcelona ó un equipo de similar potencia nunca actúes igual, cuando llegues a la tercera personal defiende con la mirada”.
Drazen probablemente ha sido el jugador más profesional que tuve la suerte de entrenar, un verdadero ejemplo de dedicación a su profesión, sólo Wayne Brabender se le podía comparar. Wayne era también un obseso, si cometía un error decisivo en un partido, apenas dormía, dándole vuelta a la jugada y repitiendo una y otra vez su mecánica de tiro en la habitación. En cuanto a brillantez ofensiva, el único comparable a Drazen fue Mirza Delibasic, un auténtico adelantado a su tiempo, listo como pocos, gran tiro y con una visión de juego superior a la del propio Petrovic. A los dos meses de llegar a Madrid, ambos hablaban castellano con una fluidez asombrosa. Los dos pecaron del mismo defecto, su poca predisposición a la defensa, y ambos compartieron también el hecho de tener un trágico final.
Drazen fuera de la cancha era un tipo reservado, extremadamente correcto con sus compañeros, incluso cuando llegó preguntó por qué Juanma Iturriaga no continuaba en el Madrid. Separaba perfectamente la vida personal de lo que ocurría en el cancha. Ahora, dentro de la misma era un auténtico diablo, totalmente distinto. Sin duda se trataba de su medio natural. ¿Cuál era su verdadero yo? La gran cuestión. El introvertido daba paso durante una hora y media al convincente, al matador, al ganador.
Su obsesión siempre fue llegar a la NBA, y una vez dentro ser el mejor, sin medias tintas. Al termino de la temporada en Madrid repetía una y otra vez que se quería ir a Pórtland, incluso traté de convencerlo viajando a Zagreb a charlar personalmente con él, sin agentes de por medio. Pero resultó tarea imposible. De todas maneras, se le envió una carta citándole a la presentación de la plantilla 1989-90. Y apareció, tras 22 horas conduciendo de Zagreb a Madrid llegó unos minutos antes. Que ironía, teniendo en cuenta como murió años más tarde.
Una vez en América tenía dudas de que llegara alguna vez a triunfar. Pero lo logró, aunque dos años más tarde de lo que el propio Drazen auguraba. ¿Hasta donde habría llegado? Yo creo que no habría vuelto a Europa hasta hacer algo realmente sonado allá. Y lo habría conseguido.
Tras la marcha de Drazen del Madrid, sólo desgracias e infortunios. La muerte de Fernando Martín, de Ignacio Pinedo, la poca suerte de George Karl. El equipo no se recuperó hasta pasados tres años con la llegada de Sabonis. Pero esa temporada de 1988-89 resultó exitosa por dos motivos, el deportivo (pese a no ganar la Liga) y el de la afición, recuperándose los llenos hasta la bandera que poco a poco habían desaparecido".
Quique Villalobos, explica la más que conocida obsesión de Drazen por la perfección, el trabajo y su dedicación casi exclusiva a su profesión:
"Él no echaba las culpas a nadie por la derrota, excepto a sí mismo. Tras una de las pocas derrotas en la temporada, en Valladolid ante el Forum, en la que falló unos tiros libres decisivos en los momentos calientes del choque, se metió en el pabellón de la Ciudad Deportiva a tirar durante más de dos horas. Acabó la sesión más tarde de las cuatro de la mañana.
Realizaba entrenamientos físicos aparte de los compañeros y con métodos diferentes. Saltaba a la comba en períodos largos de tiempo. Casi nunca salía tomar una copa con el resto de la plantilla. Y jamás probaba la cerveza, como Drazen decía: “Cerveza es mala para las piernas”. Eso sí, se bebía grandes dosis de un conocido refresco de naranja.
No pensaba en otra cosa que en su pasión, el baloncesto, y en su familia. El entrenamiento y estar con su novia Renata y con su madre ocupaba el 99% de su tiempo. Para lo demás vivía como un auténtico ermitaño, por no tener no tenía ni teléfono. Si había un cambio en la hora de entrenamiento ó se le debía comunicar cualquier otro mensaje por parte del club, era yo el que debía ir en persona a su casa y actuar como improvisado mensajero.
Su vida no era más que una planificación exacta y pormenorizada con el único objetivo de llegar a ser el mejor, como Drazen no se cansaba de repetir: “Haré lo que sea necesario, lo que sea, para ser el mejor”. Estas palabras han quedado como un perfecto resumen de lo que fue su vida".
Extractos del libro...
Drazen Petrovic La Leyenda del Indomable 2006
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