El que conoce a Michael Jordan y a quien le hayan pedido que haga algún comentario sobre él, corre el riesgo de quedarse sin superlativos, y no peco de exagerado. Mi primer puesto como entrenador jefe en la NBA fue con los Bulls de Chicago, y tuve el privilegio de ser el entrenador de Michael en sus primeros años de su carrera profesional.
Jordan no solo es el sueño de un entrenador, también es el enviado de Dios para un comentarista deportivo, porque al informar acerca de sus logros dentro y fuera de la pista, no se requiere mucho tiempo para componer una letanía de elogios.
Al reflexionar sobre Jordan, pienso de inmediato en palabras como: máximo anotador, ejemplo depuradísimo, puntual, preparado, respetuoso… Jordan llegaba todas las noches con su “juego de calificaciones máxima”, independientemente de la competencia.
Antes de cada juego, lo observaba manejar a los medios y su legión de admiradores y después, como si sonara una alarma en su cabeza, cambiaba su actitud y en sus ojos podía leerse: “Estoy preparado para la lucha”.
Empleaba la misma intensidad en las prácticas y ganaba cada sprint. Siempre era puntual, y estableció un ejemplo entres sus compañeros de equipo, porque a diario trabajaba arduamente. Su profesionalismo y liderazgo provocaban que yo no tuviera que decir mucho para motivar a los jugadores. Su llama interna encendía a sus compañeros de equipo a desempeñarse al máximo nivel.
Jordan fue, fundamentalmente, el jugador más sólido que he conocido. Rick Majerus, entrenador jefe en la Universidad de Utah, presentaba a sus jugadores una película sobre los rasgos más sobresalientes que Jordan hacía en la cancha.
Esa película no contenía imágenes de Jordan superando la posición de poste de un oponente con una poderosa clavada o una sorprendente pirueta desafiando la gravedad de camino a la canasta. Lo que sí mostraba, era un Jordan asistiendo, cubriendo la línea, jugando a la defensiva, lanzándose por los balones perdidos, recibiendo faltas…
Mi carrera profesional me ha vinculado con grandes jugadores, pero solo hay un Michael Jordan. No conozco a nadie que se apasione por el juego como él. Además de su increíble nivel de habilidades y desempeño, tiene un gran respeto por los aficionados, los entrenadores, la competencia, los compañeros y el juego mismo. Respeta a quienes le antecedieron al elevar el nivel de juego en la NBA, en especial a Julius Erving.
Cuando pienso en Jordan, tengo una sensación agradable. Él me dio la oportunidad de triunfar como entrenador y le estaré eternamente agradecido.
Doug Collins – Entrenador NBA
“Con la fuerza de Jordan”
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