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Transcurridas veinticuatro horas tras la debacle de España en nuestro Mundial ante una Francia menor, un aluvión de artículos durante el día de hoy han sido vertidos por amigos y compañeros en torno a uno de los mayores fracasos que se recuerdan de nuestra selección. Tendríamos que remontarnos a la época de los 90 para darnos de bruces con el Angolazo o Chinazo para recordar un fracaso igual, aunque lógicamente aquellas selecciones españolas de 1992 y 1994 no tienen paragón alguno con la actual y por tanto lo ocurrido ayer es una falta mucho más grave.

Los artículos que hoy se han publicado han ido más o menos en la misma línea: señalar un culpable directo, Juan Antonio Orenga, e indirectamente y de puntillas a ciertos jugadores, puesto que esta generación de oro se ha ganado con creces el crédito suficiente como para no reprocharles en demasía. No así el seleccionador, que no tiene el pedigrí como para aguantar la cornada que ayer sufrimos en mayor o menor medida todos los seguidores de esta selección.

No seré yo quien vuelva a soltar la tralla sobre lo sucedido ayer, pues como dije, habréis consumido infinidad de artículos durante el día de hoy que más o menos van en la misma línea, el análisis pormenorizado y diseccionado del Orengazo sufrido anoche. Este artículo quiere relatar, de forma más o menos acertada, que lo ocurrido ayer con Juan Antonio Orenga y nuestra selección es solo un mero reflejo de cómo está nuestro país hoy en día, en donde no tienen oportunidades los más cualificados o preparados, sino todo lo contrario, sobreviven aquellos que saben sacar partido a otra series de cualidades menos lustrosas y que tanto gustan a los mandamás o patrones.

Vivimos en un país que prefiere tener un trabajador sumiso y fiel al ideal empresarial/político sin importar su curriculum o nivel de preparación, donde el mejor cualificado no sobrevive por culpa de la adulación, soplos, corrupción y falta de honradez… Cualidades muy dadas en la sociedad que nos ha tocado vivir y que triunfan sin paragón como si de la manzana más podrida se tratase.

No hace tanto vivíamos en una sociedad en la que no había que enseñarle la puerta de salida a una persona, esta sabía cuando tenía que irse si la había pifiado, tenía la suficiente honradez e integridad como para presentar su renuncia sin más, pero siendo Orenga un hombre de Sáez y fiel al método FEB la dimisión no es una palabra que entre dentro de su vocabulario, muy al estilo de ciertos políticos/banqueros que nos dirigen hoy en día y que se agarran a sus cargos contra viento y marea.

Y es que en el caso que nos atañe, el Orengazo, el principal culpable ha sido poco señalado por la prensa ‘especializada’, José Luis Sáez, que es quien pone/quita al seleccionador absoluto, porque no interesa señalarle con el dedo acusador ya que el grifo de las entrevistas, acreditaciones y demás favores pueden verse cerrados de un plumazo, y lógicamente no interesa perder esos privilegios ganados a pulso con un silencio en muchos casos sepulcral ante situaciones que necesitaban de una crítica constructiva, de informar o hacer bien un trabajo periodístico, que como digo, no se ha hecho a cambio de disponer de un sillón privilegiado mecido por el Sr. Sáez. Porque no llego a entender que a Antonio Díaz Miguel se le diera cera (merecida en su última época) para que dimitiese, y con un curriculum que ya quisiera para sí Orenga, y que al actual seleccionador no se le haya pedido la dimisión de forma abierta y descarada.

Pero como digo, todo lo acontecido no debe sorprendernos lo más mínimo al ver día sí y día también como la corrupción, escándalos, aberraciones y demás delitos que se cometen son solo fiel reflejo de una sociedad falta de valores y moralidad, de una sociedad que a cada paso que da premia a los ‘villanos’ y castiga a los héroes, que en este último caso portan la honestidad, el trabajo y una gran preparación por bandera.

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