Solemos idealizar la
vida del ex deportista profesional como glamurosa, adinerada y placida sin
tener el conocimiento de causa necesario para ello, y nada más lejos de la
realidad si nos atenemos al testimonio de numerosos ex jugadores que describen
la vida después del baloncesto bien distinta a la que podemos llegar a pensar.
El jugador activo vive
en una burbuja en la cual no tiene que preocuparse prácticamente de nada, solo
de entrenar y de jugar, convirtiéndose en un autómata. El resto de las cosas cotidianas
pasan inadvertidas para ellos porque el club, lógicamente, pone todo y más a su
disposición (comidas, hoteles, servicio del hogar, coches, viajes…) para que
solo tenga que centrarse en lo esencial, rendir al 100% sobre el parquet. Sin
pasar por alto que el solo preocuparse por competir y mejorar día a día le deja
poco margen para prepararse un futuro más allá del baloncesto.
Hay mil casos
desgraciadamente y no hace falta nombrar ninguno, ya que a cada uno de vosotros
os asaltarán pensamientos o recuerdos de jugadores distintos que por ‘h’o por
‘b’ han visto como sus vidas cotidianas han sido un calvario o un infierno
después de echarse el telón del basket, después de que los focos de la fama
dejarán de iluminarles y pasarán al anonimato en el ámbito cotidiano, y solo de
muy en vez en cuando fueran recordados por el deporte al que tantas tardes de
gloria le dieron.
Desafortunadamente el
deporte no entiende de memoria histórica para mantenerlos en la palestra, o más
bien los diferentes estamentos baloncestísticos no tienen la capacidad, medios,
¿y voluntad? para encontrarles un hueco en el día a día tras el baloncesto,
tras apagarse los focos y pasar a ser meros espectadores del deporte que les
encumbró hacia la fama irreal y efímera.
Podemos llegar a pensar
que las ‘fortunas’ que amasan les harán vivir de las rentas de por vida, pero
solo los elegidos y cuyos talentos se salen de lo sobrenatural llegan a
conseguir nóminas con muchísimos ceros a la derecha, y ni con esas tienen el
futuro asegurado. Inversiones desastrosas, vidas alocadas, las malas compañías
en forma de sanguijuelas… son algunas de las causas de fundirse la cuenta
corriente y verse con una mano detrás y otra delante.
Pero más allá del dinero
y los elegidos está la clase media, esa clase en la que se ubica buena parte
del grupo de jugadores que juegan en la ACB y que algún día tuvieron, tienen y
tendrán los focos alumbrándoles y cuyas cuentas corrientes no están tan llenas
como para tener un futuro tan halagüeño, a no ser que preparen el futuro con
tiempo, paciencia y esmero y no dejándolo todo para el último minuto, pues tras
ese minuto toca hacerse nuevas preguntas y buscar las respuestas.
Es difícil digerir que
nunca más volverán a estar con sus compañeros, que no sentirán la adrenalina
pre-partido, que no habrá un mañana con otro partido, que no habrá más
aplausos… y lo más importante, que sus
vidas casi con total seguridad no seguirán ligadas al baloncesto y que tendrán
que buscar otra vía alternativa para la que no están preparados en muchos de
los casos, y que no habían imaginado por ‘culpa’ de esa vorágine llamada
baloncesto.
Es ahí donde los
diferentes estamentos deberían tomar cartas en el asunto para ayudar a los
jugadores profesionales a planificar sus vidas después del baloncesto, porque
de nada les servirán los méritos contraídos en el pasado para incorporarse a la
vida laboral si no están lo suficientemente preparados, si no son conscientes
que el baloncesto no seguirá siendo su sustento después de la fama. Y aunque se
presupone que los jugadores son lo suficiente inteligentes como planificar su
futuro post-baloncesto, la absorción baloncestística es tan cuantiosa que en la
mayoría de los casos el retiro lo ven como irreal, lejano y que no van con
ellos, sin obviar que una infortuna lesión puede acabar antes con sus carreras.
El futuro no entiende
de títulos, de talento, de grandes carreras, él solo entiende de la preparación
día a día para incorporarse a la vida real de la mejor manera posible, y para
ello todos los que conforman el baloncesto deben comprender que hay que entrenar
más y mejor para después de la fama que para la carrera profesional, porque el
no estar preparado será sinónimo de estar fuera de ese círculo de la vida
llamado vida cotidiana.
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