Quizás a los más cinéfilos, y los menos también, os suene el título de este artículo a la tercera entrega de la exitosa trilogía de Batman de Christopher Nolan. Y estáis en lo cierto, porque salvando las distancias, Laso y la figura de Bruce Wayne en aquella mítica trilogía tienen ciertos paralelismos.
Allá por el año 2011
Pablo Laso llegaba al Real Madrid de una manera un tanto convulsa. Los
aficionados merengues se agolparon en las puertas del Bernabéu para boicotear
la presentación del entrenador vitoriano y el club tuvo que posponerla para
realizarla de una forma un tanto clandestina ante le negatividad de su fichaje.
Su curriculum hacía
pensar que no estaba totalmente preparado para entrar a formar parte de la Liga
de las Sombras (Real Madrid), y máxime cuando todo un señor entrenador como
Ettore Messina no había sido capaz de traer los éxitos y la estabilidad al club
después de habérsele dado todo y más.
Con esas premisas y
siempre bajo sospecha, Pablo emprendió el largo viaje de enseñanza y
preparación de ‘Ra´s Ghul’ (en este caso dirigir al Madrid) en el banquillo
blanco con decisiones un tanto difíciles de digerir (darles a los ‘Sergios’ el
timón del equipo por ejemplo) para el aficionado de a pie, algún que otro
periodista y expertos baloncestísticos que auguraban un futuro no muy halagüeño
y a la vez efímero al bueno de Pablo.
Sus primeras
declaraciones en todas y cada una de las entrevistas concedidas eran un canto a
la tranquilidad, sosiego y estabilidad tan necesarias para una ciudad, Gotham
(Real Madrid), que venía de una temporada ‘hostil’ y oscura, por la presunta
culpabilidad de los jugadores en la dimisión de Messina y la dejadez de estos
en algún que otro partido.
Con esos antecedentes y
viendo lo ‘bien’ que le había ido a su colega Messina, Pablo se puso a trabajar
bajo el halo de la humildad, honestidad y sencillez para recuperar a jugadores
que parecían perdidos para la causa (Sergio Rodríguez lo tenía medio hecho con
Unicaja y Felipe tenía pie y medio fuera del club) y les dio el protagonismo
absoluto que necesitaban dejando a un lado el ego que todo héroe se le
presupone por el bien común, es decir, el equipo y a sabiendas de que los
jugadores le devolverían con creces esa libertad sin libertinaje que
necesitaban para poder desplegar todo el talento que llevaban dentro.
El juego vertical y
preciosista no se hizo esperar, si bien es cierto que el equipo iba aprendiendo
a trompicones al igual que Pablo los quehaceres de un héroe y hubo alguna cal y
otra de arena durante esa temporada. Pero el equipo empezaba a enamorar lenta y
paulatinamente a los ciudadanos (fans del RM) de Gotham y los ‘enemigos’ empezaban
a mirar con recelo al Madrid de un entrenador con perfil medio/bajo como le
catalogaban algunos.
El primer maleficio que
perseguía a Gotham (RM) fue roto a la primera oportunidad. Se ganó la Copa del
Rey en el Palau Sant Jordi tras diecinueve años de travesía por el desierto al
todopoderoso Barcelona. Aunque la liga ACB se le siguió resistiendo por ‘culpa’
del aquel triplazo de Huertas desde el medio del campo tras la inexplicable
jugada de Sergio Llull cuando el primer partido de la serie lo tenían en la
mano.
En Europa la cosa fue
bien distinta. Apeados del Top-16 dando una imagen un tanto blanda y de poca
competitividad ante equipos como Bilbao Basket, hicieron que al equipo se le
catalogara de virtuoso y preciosista pero lleno de poca dureza mental y
espíritu competitivo.
Las mismas voces
críticas del primer verano siguieron con el runrún hacia la figura de Laso y
recordando, inexplicablemente, con mucho anhelo a un Messina que no había
entendido la idiosincrasia del club ni sus mecanismos internos. El italiano no
era el héroe que necesitaba Gotham (RM).
La segunda temporada,
ya con Rudy para quedarse definitivamente, a Laso y el equipo se le pedía un
poco más, y ese más era el asalto a la Euroliga y la ACB. Bajo la misma
filosofía de juego rápido y libertad a la hora de hacer y deshacer por parte de
los jugadores exteriores sobre el parquet, el equipo no solo llenó el Palacio
como la temporada anterior, sino que terminó de enamorar a sus seguidores y
sembró alguna que otra envidia entre sus rivales más acérrimos.
Se ganó la Supercopa,
sorteando así otro obstáculo que tenía el club con esa competición, y la ACB en
una serie un tanto agónica con el Barça que llegó hasta el quinto partido. Pero
no se pudo reeditar el éxito del año anterior en la Copa del Rey y se cayó a
las primeras de cambio ante el Barcelona.
En la Euroliga el paso
que dio el equipo fue de gigantes. No solo se alcanzó la Final Four, sino que
se consigue llegar a la final derrotando al Barcelona después de 18 años sin
estar en ella, ahí es nada. Pero incomprensiblemente, y tras ir ganando 10-27
al Olympiakos en el primer cuarto de la finalísima, el equipo se vio abajo
precisamente por culpa de los mismos males del primer curso de Laso, escasa
dureza mental y física y falta de competitividad asombrosa. En pocas palabras,
el Caballero Oscuro aún no tenía todos los mecanismos asimilados para ser
‘invencible’.
Y llegó la tercera
temporada en la que el objetivo era claro y conciso, la consecución de la
Euroliga, en la que Pablo Laso era sabedor de que era un ser o no ser para su
figura, puesto que por menos Gotham (RM) había devorado a otros héroes
(entrenadores) de mayor renombre al suyo.
El equipo se apuntó su
segunda Supercopa de manera consecutiva y se volvió a conquistar la Copa del
Rey ante el mismo rival de los últimos años, el Barça. Pero lo que realmente era
un título intangible para muchos equipos y el sueño de todo entrenador, era el
grandísimo juego que desplegaba el equipo. En resumidas cuentas, jugaban como
los ángeles y los récords ACB fueron cayendo en cascada sin que nada ni nadie
pareciese que pudieran interponerse en el camino marcado por el Caballero
Oscuro (Pablo Laso).
Sin embargo, la mala
gestión en las rotaciones por parte de Laso (quizás por la ceguera que le pudo
causar la consecución de los diferentes récords que estaban al alcance de la mano
del equipo), hizo que sus jugadores llegasen muy fatigados al tramo decisivo de
la temporada. Amén de las lesiones de Carroll y Draper, que dejaron muy mermada
la rotación exterior del equipo. Podría decirse que las propias victorias le
derrotaron.
De nuevo se llegó a la
final de la Final Four, dejando por el camino al vigente campeón en cuartos, Olympiakos,
y cobrándose así su particular venganza por la derrota del pasado año. Además
en semifinales los blancos se dieron un festín a costa del eterno rival, el
Barça, al que derrotaron por 62-100 consiguiendo de esa manera la mayor
diferencia de puntos en los veintiséis años de existencia de la Final Four, y
el equipo parecía más que preparado para levantar por fin la tan ansiada Copa
de Europa (soy un romántico empedernido y me gusta llamarle así, como era conocida
antiguamente).
Pero la diosa fortuna
le fue esquiva una vez más a Laso y su equipo, y el Maccabi de David Blatt le
buscó las cosquillas a los jugadores blancos que estuvieron atenazados por la
presión del favoritismo, la falta de competitividad y dureza una vez más en
esas lindes.
Una vez perdida la
Final Four, el equipo se desinfló y se derrumbó estrepitosamente para ver como
el Barça le arrebata la ACB con el factor cancha en contra. A los de Pascual no
les costó demasiado derrotar al Madrid por 1-3, al ser los de Laso un equipo
que languidecía de alma y plenitud física desde el descalabro europeo.
Para la posteridad
quedará la salida de Laso del Palau en silla de ruedas tras ser expulsado y
perder los papeles en el Palau, en una escena que parecía ser la última como
entrenador del Madrid. Y no era para menos el pensar así, ‘su’ Madrid estaba
falto de punch, de pegada, de sangre y lleno de indolencia en las grandes
citas, sin pasar por alto que Laso chirriaba en la lectura de los partidos
denominados grandes.
Una vez más, y
rememorando viejos fantasmas, el club vivió un verano agitado en el que la
figura de Fotis Katsikaris sonó con fuerza para aterrizar como el nuevo
salvador de Gotham (RM). Es más, había un acuerdo cerrado, pero la negativa de
Florentino a liquidar íntegramente las dos temporadas de contrato que le
restaban a Laso echó por tierra la opción del entrenador griego.
Se hizo y todo más para
que El Caballero Oscuro (Laso) entregará su traje a Robin o quien fuese
(despedir a sus ayudantes, fichar sin su aprobación…) y servirle en bandeja al
club el “a mí que me registren” y de
esa manera tener vía libre para anunciar a Katsikaris, pero Laso pensó que era
mejor “morir como un héroe, o vivir lo
suficiente para verse convertido en un villano” una temporada más, y por
tanto se agarró a su contrato y quizás a su autoconfianza (¿Cómo fue capaz de
seguir teniéndola después de la que le cayó encima?) para “ser lo que Gotham (RM) necesite que sea”.
Al igual que cuando
llegó desconfié de su fichaje. El pasado verano era de los que pensaba que su
ciclo había llegado a su fin, que no era capaz de reconducir la situación, y
que era hora de cambios en la ciudad de Gotham. Pero afortunadamente me
equivoqué, y aunque algunos se querrán apuntar el tanto de su continuidad, el
destino y los euros fueron los mejores aliados para seguir liderando Gotham
(RM).
Pensaba que a la menor
de cambios, cuando se produjesen un par de malos resultados (algo estrepitosos
para dar una mejor coartada al club) Laso sería despedido ipso facto y daría la
carnaza necesaria a los aficionados/periodistas que tenían afiladas sus navajas
para cuando llegase el día final de la era Laso.
Pero la llegada de los
nuevos fichajes me hizo pensar que “el todo es más que la suma de sus partes” y el optimismo en torno al nuevo
Madrid 2014/15 inundó mi ser, y más aún ante la llegada del fichaje estrella,
Gustavo Ayón, un jugador que dotaría de potencia, brega, corazón, intensidad,
musculo, calidad y físico el indolente (en ocasiones) juego interior blanco.
Era de presagiar que
este ‘nueva’ Gotham nos ofrecería una versión menos brillante y espectacular
para dar paso a una más efectiva, sólida y espartana que gustaría mucho menos
(al final no tanto) pero que conseguiría (con algo de suerte, porque en el
deporte ese aspecto también cuenta aunque sea en menor %) algunos títulos,
porque a fin de cuentas es lo que se le exige a un club de su envergadura y
categoría, todo lo demás desgraciadamente
son milongas por mucho que queramos vender el tema de proyectos y demás.
Bajo la premisa de la
sospecha empezó esta nueva temporada en la que el Barça parecía el rival a
batir y más aún viendo sus ilusionantes y a la vez tan alabados fichajes. Pero
Laso, al igual que Bruce Wayne cuando consiguió salir del pozo en la tercera
entrega del Caballero Oscuro, volvió a renacer y vencer sus miedos (seguro que
alguno tendría después de todo lo acontecido en un largo y tortuoso verano)
para catapultar a su Madrid espartano a ‘pisotear’ al Barcelona por 99-78 en la
Supercopa y recobrar de esa manera su capa de superhéroe que para muchos nunca
había perdido.
Esa inyección de moral
no fue suficiente para insuflar al equipo de la energía necesaria y hacer
olvidar el pasado más reciente. Más bien el equipo continuó en la misma
depresión del pasado ejercicio y aunque iba consiguiendo objetivos al tran
tran, no era suficiente para todo un Real Madrid al le llegó el bache a
mediados de noviembre/diciembre, que hicieron tabalearse de nuevo la figura del
Caballero Oscuro (Laso), sonando o más bien siendo filtrado ¿intencionadamente?
en esta ocasión el nombre de Djordjevic.
Tocaba de nuevo mostrar
a los ciudadanos de Gotham (aficionados merengues) que debían confiar en su
Caballero más que nunca, que por muchas heridas (críticas y derrotas hirientes
que podían traducirse en finiquito) recibidas podía salvar la ciudad y
conseguir más victorias que mantendrían en los más alto a Gotham (RM).
Y dicho y hecho, se
revalidó el título de la Copa del Rey con solvencia ante el Barcelona bajo las
nuevas cualidades de corazón, entrega, espíritu competitivo y fortaleza mental
que los nuevos jugadores habían traído consigo, y ahora solo faltaba cerrar el
círculo con la Euroleague.
El Madrid cubrió con
solvencia la primera fase y el Top16 puesto que acabó como líder en ambas y en
el cruce de cuartos ante Anadolu Efes el equipo cumplió sin más el objetivo,
clasificarse de nuevo para Final Four y
de esa manera conseguirlo de manera consecutiva durante tres años.
Las dudas asaltaban de
nuevo al Madrid. Fenerbahçe, CSKA y Olympiakos eran rivales que en mayor o
medida se les tenía un escalón por encima de los de Laso. Ulker porque contaba
con el ‘Joker’ Obradovic, CSKA porque tenía la mejor plantilla de Europa y
Olympiakos porque quizás es el mejor equipo de Europa de las últimas cuatro
temporadas.
Obradovic, al que se le
presuponía que le daría un baño táctico a Laso, no fue obstáculo alguno para el
Madrid en ‘semis’ y el Olympiakos de Spanoulis no fue tan ‘Bane’ como se
esperaba en la final porque Laso había aprendido a tener miedo y a la vez
vencerlos en aquel pozo (el pasado verano) para renacer y convertirse
por méritos propios en un entrenador leyenda para el Real Madrid con sus tres Copas del Rey, tres Supercopas, una ACB y una Euroliga, porque antes de su llegada solo se había conseguido tres ligas, una Recopa y una Copa ULEB en 21 años (de 1995 a 2011).
“¿Por
qué nos caemos Pablo? Para aprender a levantarnos”
y Laso más que nunca se ha levantado para erigirse en el héroe que Gotham
necesitaba a falta del desenlace final en la Liga Endesa.
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