Por tercera temporada consecutiva
el Real Madrid estará en la final de la Final Four, y al igual que en las otras
dos ocasiones, lo hace por la puerta grande con una puesta en escena en semifinales
magnífica, excelsa y maravillosa. En pocas palabras dando un clinic de cómo hay
que jugar a este maravilloso deporte.
El resultado fue un
tanto engañoso (96-87) porque los hombres de Laso defendieron cuando tuvieron
que hacerlo (sobre todo en el segundo cuarto) para luego dar paso a un tercer y
cuarto periodo de ‘relax’, en el que solo tuvieron que jugar al tran-tran e
intercambiar canastas para ganar el partido. Sus 110 de valoración hablan por sí
solos.
La superioridad blanca
fue insultante para sonrojo de la tropa de Obradovic, y estuvo cimentada en su
perfección ofensiva con tan solo cuatro pérdidas de balón, sus 24 asistencias
(22 de ellas entre los Sergios y Ayón) y su 14/30 en triples. Todo ello
aderezado por sus once rebotes ofensivos y ese plus de competitividad, corazón,
garra y espíritu de lucha del que este Real Madrid adolecía temporadas atrás y que ha ganado de la
mano de jugadores como Maciulis, Nocioni y Rivers, que volvieron a demostrar el
porqué de sus fichajes.
Mención aparte para
Gustavo Ayón, repudiado por el Barça y que en las grandes citas nunca ha
fallado. En su primer Final Four 30 de valoración gracias a sus 18 puntos (8/11
T2), 7 rebotes, 3 robos y ¡6 asistencias! ¿Camino del MVP? Resultaría curioso
que un jugador interior del Madrid lo fuese en caso de alzarse con el título,
por aquello de la apuesta perimetral de Laso.
A ese hambre del Titán Nayarí,
se sumó la sed de triunfo de Nocioni (12 puntos, 6 rebotes y 1 asistencia), la
muñeca de seda de Rivers (17 puntos con 5/6 T3, 2 rebotes y 2 robos), y la
dirección magistral de los Sergios. El Chacho repartió 7 asistencias
acompañadas de 13 puntos, y Llull regaló 9 pases de canasta a sus compañeros y
anotó 12 puntos.
El quid de la cuestión
radicó en el segundo cuarto, en el que Laso apostó por sus espartanos: Maciulis,
Ayón, Nocioni y Rivers, que junto a Sergio Rodríguez jugaron unos diez minutos
magistrales. Defendieron cada línea de pase de los de Obradovic hasta ahogarlos,
lucharon por cada balón dividido como sus vidas hubiesen dependido de ello, y en
ataque simplemente lo bordaron con un 35-14 de parcial. Y es que cuando el
talento (en menor medida) de los citados se junta con la garra, corazón y
determinación que cada uno de ellos lleva tatuado en su ADN da como resultado ese maravilloso y espectacular juego.
Rivers, el más
criticado de los nuevos, sacó a relucir de nuevo su fusil con 4/4 en triples.
Nocioni demostró que los viejos roqueros nunca mueren con 8 puntos y 4 rebotes.
Ayón firmó una primera parte sencillamente perfecta con 16 puntos (7/9 T2), 5
rebotes, 3 robos y 4 asistencias para 27 de valoración. Sergio Rodríguez hizo
lo que quiso sobre el parquet con 8 puntos y 6 asistencias… Y por supuesto
muchos intangibles de cada uno de ellos que desgraciadamente las estadísticas
no reflejan (55-35).
Decepcionante Obradovic
y su equipo. El primero porque no nos tiene acostumbrados a tal mala dirección
desde banco en estas citas, y los segundos porque demostraron el porqué a los
equipos turcos no se les daba nada bien el pisar una Final Four, indolencia y
nulo espíritu competitivo volvieron a salir a la palestra en el día de hoy.
Solo Vesely (20 puntos con al menos 5 mates y 6 rebotes) con su superioridad física
cerca del aro que hizo que Slaughter, Felipe Reyes y Ayón fueran eliminados con
5 faltas cada uno se salvó de la quema. El resto, ¿por dónde anduvo el MVP
Bjelica?, estuvieron desaparecidos en combate y los 26 puntos de Goudelock son
engañosos para los que no vieron el partido. Llegaron con el partido resuelto.
Los dos equipos de ‘menor’
presupuesto de esta Final Four (Olympiakos y Real Madrid) reeditaran la Final
de hace un par de años, dando muestras inequívocas de que en este maravilloso
deporte hace falta algo más que la chequera para besar la gloria, y sino que se
lo pregunten a CSKA que se chocó de bruces con el mejor jugador de Europa,
Spanoulis, y su tropa de griegos hambrientos que buscan su tercera Euroliga en
cuatro años.
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