El 5 de octubre de 1985
no es una fecha cualquiera para el baloncesto de la extinta Yugoslavia y el
deporte de la canasta en general. Aquel día Drazen Petrovic logró la proeza de superar la centena de puntos, emulando la hazaña que Wilt Chamberlain había
conseguido 23 años antes (1962) ante los Knicks al firmar 100 puntos, con sus
112 puntos ante el Olimpia Ljubljana en la Primera División de la entonces
Yugoslavia.
El ‘culpable’ de la
heroicidad de Petrovic fue Rado Lorbek, el entonces secretario del Olimpia, que
cometió el error administrativo que posibilitó a Drazen intentar superar el
récord de 74 puntos del mítico Radivoj Korac, que falleció en un accidente de
tráfico a finales de los años sesenta. Lorbek cometió el error de no enviar por
correo las solicitudes de las fichas de sus jugadores a la Federación yugoslava
y confió en un amigo que iba por viajes de negocios a Belgrado para que las
presentara, creyendo que era más segura esa vía para que llegara en el plazo
previsto, pero se equivocó al fallarle su emisario.
Su amigo entregó la
documentación el último día de su viaje, es decir, un día después de expirar el
plazo de presentación y la Federación fue rigurosa, expedirle las fichas tan solo a partir de la
segunda jornada de liga, impidiendo a los componentes de la primera plantilla
jugar en Zagreb ante los actuales campeones de Europa, que meses antes se
habían impuesto al Real Madrid en Atenas.
“Sí.
La marca de Korac está en peligro. Estoy seguro que puedo anotar más de 75
puntos ante los juveniles del Olimpia. Se me ofrece una oportunidad
extraordinaria que no se volverá a presentar. Todo dependerá de si Olimpia
traerá a su equipo juvenil para ganar por lo menos el punto previsto de la
derrota, ya que si no compareciera no ganaría ningún punto. El entrenador
Pavlicevic solo me ha pedido que me cuide de lesiones”,
era la forma en que Drazen se motivaba para superar el récord de 74 puntos que
Korac había firmado 23 años antes, en un partido que acabó con el marcador de
42-141 a favor del OKK Belgrado ante el Mladost.
Justo un año antes Petrovic había rechazado la posibilidad de batir la legendaria marca de Korac: “¿Setenta cuatro y punto? Me parece muy
inoportuno hablar de ello. En Cibona casi todos los jugadores son
internacionales y tendría que pedirles que renunciaran a tirar, no podría
hacerlo. Para superar esa marca tendrían que darse circunstancias especiales,
ya veremos la próxima temporada cuando Knego se marche al extranjero y mi
hermano al servicio militar, entonces sí podría intentarlo”, en unas
declaraciones un tanto premonitorias de lo que ocurría en 1985.
Del equipo que se había
proclamado campeón de Europa solo quedaban Nakic, un par de suplentes veteranos
y el propio Drazen, el resto eran todos nuevos. Lo que propició que el Genio de
Sibenik diera rienda suelta a su motivación e imaginación sacando la
calculadora para hacer sus cábalas particulares: “El año pasado anoté 35 puntos contra el Sloboda de la Segunda
División. De haber jugado los 40 minutos habría marcado 70 puntos, y los de
Sloboda son ciertamente superiores a los juveniles del Olimpia”.
Aquella tarde-noche Drazen tenía que estar igual o más nervioso que antes de una final de Copa
Europa. La empresa era complicada, y la presión de medios de comunicación,
aficionados y la que él mismo se había infligido era enorme. El pabellón no estaba
lleno, ni siquiera registraba media entrada, solo 300 aficionados poblaban las
gradas para ver el intento de Petrovic de batir la plusmarca.
Tras el salto inicial
anotó 7 puntos en apenas dos minutos de partido. Luego llegó la
sequía de casi minuto y medio, que dio paso al aluvión de puntos. Mediada la
primera parte había anotado 25 puntos y hasta el descanso añadió otros 42 con
23/35 en tiros de campo y 16 tiros libres convertidos. Esta impresionante
primera parte, en la que sus compañeros anotaron su primera canasta en el
minuto 10, le sirvió para superar un par de récords: en el minuto 17 anotó 7
puntos en veinte segundos, y un minuto más tarde se apropió del récord del club
al superar la plusmarca de Nikola Plecas (estrella de la Cibona en la década de
los 70), que había marcado 58 puntos al Partizán el 5 de abril de 1970.
Al descanso Petrovic llevaba anotados 67 puntos y la pregunta no se hizo esperar: “¿Cien puntos? No me parecen demasiados,
tendría que encestar 33 puntos” manifestaba el Genio de Sibenik a pie de
pista y seguro que enfiló el túnel de vestuario con la cifra mágica de los 100
puntos entre ceja y ceja.
En la reanudación y
transcurridos casi dos minutos, con un triple, alcanzó el récord de 74 puntos
de Korac, y 23 segundos después superó esa marca de anotación con otro triple. Drazen ya podía respirar tranquilo al adueñarse del récord, pero no iba a parar
ahí y continuó con su estado de gracia para superar la centena de puntos a los
33 minutos.
El partido finalizó con
el marcador de 158-77 y con Drazen anotando ¡112 puntos! Con 40/60 en tiros de
campo que incluían un 10/20 en triples. Y aunque quisieron restarle méritos por
tener enfrente un equipo de chavales, fueron muchos los que sacaron a la
palestra que los 74 puntos de Korac se produjeron de una forma similar, ante un
equipo de escasa calidad. Korac consiguió su puntuación ante un equipo de
estudiantes, como era el Mladost, y que en el 1962 abandonó la primera división
yugoslava con tan solo 2 puntos anotados.
Ante las críticas recibidas
por aprovecharse de aquellas circunstancias Petrovic lo tuvo muy claro: “Me habría considerado moralmente responsable
si hubiese infravalorado al rival, si le hubiese ridiculizado. Pero no hice
nada ello, jugué un partido normal, concentrándome en la canasta. Les pregunto
a los que me critican ¿no es el objetivo de todo deportista conseguir el mejor
resultado posible? ¿Cuál es el límite de puntos que se me permite anotar por
partido? ¿No son antideportivos los récords que se establecen en los meetings
de atletismo, como en Zúrich?”
Pocos días después de
la proeza de Petrovic, Babic del Zadar, batió el récord el Drazen. Babic no fue
un jugador destacado, ni siquiera llegó a la selección, pero en la previa de la
Copa Korac ante Apollon Limasool de Chipre hizo el partido de su vida. Entró en el minuto 7 de partido y anotó
5 triples consecutivos, lo que dio pie a la confabulación del todo equipo para
superar a Petrovic. Babic no defendió nunca y siempre estaba de palomero, lo
que se tradujo en 144 puntos anotados sin crítica alguna. Fue una demostración,
de tantas, de la relación amor/odio que despertaba Petrovic según en el bando para
el que jugara.
Hoy en día la proeza de Drazen Petrovic no hubiese pasado desapercibida para ninguna cámara y podríamos
disfrutar del vídeo de aquella exuberante exhibición. Eran otros tiempos, otra
época, donde el baloncesto se jugaba y se disfrutaba en toda su esencia, sin la
globalización de por medio, pero que gracias a grandes libros como “Así llegué al Real Madrid, mi vida”
nunca caerán en el olvido aquellos 112 puntos.
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