El pasado martes le
dediqué unas líneas a la anulación del canon para poder ascender a la ACB, y
hoy seguiré hablando del tema, porque trae y traerá miga sin lugar a dudas. En
esta humilde casa siempre he dejado bien clara mi postura, no solo sobre el
canon, sino también sobre la horrible gestión de la ACB en los últimos años y
voy a seguir en la misma línea porque es la única manera de intentar cambiar
las cosas, llamándolas por su nombre.
La resolución de la
Comisión de la Competencia viene tras la denuncia presentada en octubre por el
CB Tizona, y no como iniciativa política tal como relataba la fuente originaria
e inspiradora de estos artículos, ‘Norte de Castilla’. La ACB se amparó en su
momento en defectos de forma para negar por tres veces el ascenso al Tizona, lo
que provocó que el club trasladara el caso ante el organismo mencionado. El
tiempo le ha dado la razón.
En los últimos años se
ha hecho imposible afrontar los tres millones de euros del canon para todo
aquel club que ha querido ascender desde la LEB Oro, toda vez que sobre la
pista se lo había ganado a pulso. A decir verdad, solo hubo una excepción, el
Andorra fue el único club capaz de reunir la cifra mágica del canon gracias a
dos ayudas inestimables: no pagar IVA (recuerden que la legislación vigente
exime a los andorranos de pagar ese impuesto) y conseguir el resto del dinero
gracias a una subvención pública del estado andorrano, con lo cual podría
decirse que esta excepción no cuenta, el dinero público para otros menesteres.
El ejemplo más claro de
toparse con el muro del canon fue el del Burgos, que para vergüenza de nuestro
baloncesto se le negó el ascenso durante tres años de manera consecutiva, lo
que provocó que desapareciera como club profesional sin que nadie, absolutamente nadie,
moviera un dedo para que no sucediese. ¿Cómo se permite que un club que se gana
el derecho durante tres años de estar en la ACB desaparezca? Así funcionan
nuestros estamentos.
Más ejemplos
denigrantes para nuestro baloncesto fueron los de Ourense, que acudió a los
Tribunales para defender su derecho de ascenso y obtuvo el compromiso de la ACB
de asegurarle una plaza ACB independientemente de los resultados que obtuviese
al término de esta temporada. Que se lo ganó, si, pero la ACB al verse contra
la espada y pared tiró por la vía de en medio en una nueva prueba de su
ineptitud a la hora de gestionar nuestro baloncesto.
Iberostar Tenerife se
ganó su derecho a jugar en la ACB gracias a un acuerdo con la Asociación de
Clubes, y comprando su plaza al desaparecido Lucentum de Alicante. Los
tinerfeños se encontraron con el santo de cara puesto que los alicantinos
habían pagado en su día el canon para jugar en la ACB.
Y con respecto a los
descensos los despropósitos también han sido muchos: Estudiantes, Manresa,
Fuenlabrada, Gipuzkoa y el desaparecido Valladolid se salvaron de descender
gracias a las situaciones anteriormente mencionadas de ascensos, a pesar de que
muchos de estos clubes tenían deudas mayúsculas con jugadores, proveedores,
acreedores, empleados, etc. No se entiende que esos clubes no fueran condenados
a descender por sus deudas, como tampoco que los que pretendían a ascender
vieran cercenadas sus ilusiones por ‘culpa’ del “¡enséñame la pasta!”.
La resolución, que
próximamente emitirá el Tribunal de la Competencia, será contundente contra el
canon: “desproporcionado, expropiador y cauda
de discriminación” para clubes a los que se le exige abonar el canon en
comparación con aquellos que fundaron la ACB y no tuvieron que ponerlo (¿what?)
¿Por qué los que vinieron después si lo pagaron y los fundadores no? Y lo que
es peor ¿Qué ocurre con los que si lo pagaron en comparación con los que
vendrán y no pagaran?
Entre
el canon de ascenso y el IVA, un club de la LEB Oro que asciende y nunca ha
estado en la ACB debe abonar 3,7 millones. Además, debe poner 2,1 millones de
fondo de Ascensos y Descensos también con su IVA. También poner un aval de
600.000 euros y comprar la cuota de participación en el valor patrimonial de
la ACB. Es decir, unos 7,5 millones para poder jugar en la máxima categoría de
nuestro baloncesto. Eso sólo para inscribirse, luego deben elaborar un
presupuesto que como muy poco debe rondar los 1,5 millones de euros.
De
hecho, y según Encestando, el Tribunal dice que los requisitos exigidos al club
que asciende “obstaculizan de forma injustificada,
desproporcionada y discriminatoria el acceso a la Liga por parte de clubes que
no forman parte de la misma, favoreciendo la permanencia de los clubes que ya
compiten en esta liga y deberían abonar la misma como consecuencia de sus
resultados deportivos”. Se puede decir más alto, pero no más claro. A los
no descendidos se les podría haber exigido también el canon según el Tribunal
por sus malos resultados deportivos.
Hay
que recordar que el canon exigido a los aspirantes a entrar en el ‘selecto’
club ACB no se utiliza para mejorar la competición ni mucho menos, sino que va a parar a las arcas de los equipos ACB. Con lo cual no tiene sentido el haberlo
exigido y seguir con esa tozudez cuando el equipo que lo abona no lo verá
revertido en sus ingresos, ya que los beneficios por su participación en la ACB
serán menores.
Por
último, no debemos olvidar que podrían subir hasta cuatro equipos (Ourense,
Palencia, Burgos y el cuarto club que consiga el ascenso vía playoff) y que la
normativa ACB señala que solo pueden bajar dos equipos ¿Liga de 20 equipos?
Entonces, ¿Cómo se lo tomarían Real Madrid, Barcelona y Baskonia justo la
temporada en la que la Euroliga duplicará su número de partidos? O bien
saltarse su propia normativa y hacer que desciendan cuatro equipos para seguir
teniendo 18 equipos ACB, con lo cual ¿Cómo le dices al decimoquinto y
decimosexto que tienen que perder la categoría cuando la normativa dice todo lo
contrario? Esos equipos podrían ir tranquilamente a los tribunales y tendríamos
de nuevo lío.
La ACB
no quiso ver el iceberg que se le venía encima durante estos años, y al igual
que el Titanic, el barco empieza a hundirse irremediablemente puesto que los
problemas son muchos y de difícil solución toda vez que el canon deje de
existir.
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