Cuando los dos equipos
de baloncesto malagueño, Mayoral Maristas y Unicaja de Ronda, decidieron aunar
fuerzas y fusionarse en un solo club en 1992, pocos pensaban que tres años más
tarde estarían a punto de ganar la Liga ACB. Fue la liga del “no triple de
Ansley”, una liga o más bien una final en la que casi todos íbamos con el
equipo de la Costa del Sol por aquello de ir con el más pequeño, por aquello de
ver por fin como se acababa con el ‘triunvirato’ que ejercían Madrid, Barcelona
y Joventut alternándose los títulos ligueros durante el último lustro, por
aquello de insuflar un aire fresco a la competición con un nuevo campeón. Un
equipo que caía bien a todo el mundo y que podía de alguna manera atraer nuevos
adeptos al baloncesto, al practicar un juego sencillo pero a la vez alegre y
divertido.
Aquel 1995 Javier
Imbroda, Sergei Babkov, Mike Ansley, Kenny Miller, Nacho Rodríguez, Manel
Bosch, Curro Ávalos, Alfonso Reyes, Gabi Ruiz y compañía generaron una ilusión
inusitada en el deporte de la canasta en nuestro país. Era una época sin tanta
afluencia de información, sin internet y sin tantos canales de televisión, pero
quizás se vivía el baloncesto de una forma más pasional, más enamoradiza, más
sentimental… eran otros tiempos, los tiempos de la magia del basket.
Por tanto, no fue raro
ver como aquel gran equipo alcanzaba la finalísima de la ACB de forma
exuberante tras acabar la liga regular en segunda posición (25 partidos ganados
y 13 perdidos), superado tan solo por el Barcelona que firmó un balance de 30-8.
Por detrás de los malagueños quedaron Taugrés con 23-15 y Real Madrid también
con 23-15, que ese año acabó ganando la Euroliga.
Unicaja se plantó en la
final tras eliminar de manera exultante a Estudiantes en cuartos (2-0) y TDK
Manresa en semifinales (3-0), es decir, los jugadores de Imbroda habían
exhibido su gran superioridad de una forma aplastante y ahora solo tenían que
esperar plácidamente rival para la final. Finalmente, el Barcelona de Aíto
García Reneses fue su contrincante tras vencer en una serie a cara de perro al
Madrid de Sabonis y Arlauckas por 3-2, en una semifinal que fue catalogada por
muchos como la final anticipada.
A pesar de su gran
juego y la superioridad mostrada en los playoffs, el conjunto malagueño llegaba
como víctima y el claro favorito en todas las apuestas era el Barça, que además
contaba con el factor cancha a su favor. Pero eso no iba a amilanar a un
Unicaja que había mostrado una fe en sus posibilidades fuera de lo común,
puesto que unos meses atrás era difícil pensar que Imbroda y sus chicos
alcanzaran tal cota de éxito.
Además del factor
cancha en contra, Unicaja tenía otros obstáculos que superar. Como su falta de
experiencia en esas lindes, su poco fondo de armario (por aquella época la
mayoría de equipos no le daban importancia al tema de las rotaciones, a
excepción de Aíto que fue pionero en el tema como de muchos otros) y la presión
o vértigo, que de alguna u otra manera, pudiera generarse entre los integrantes
de la plantilla el verse por primera vez en lucha por un título.
Javier Imbroda contaba
con la gran dirección del incombustible Nacho Rodríguez, la muñeca de seda de
Sergei Babkov, la intendencia de Manel Bosch, la clase de Mike Ansley desde la
posición de cuatro y la fuerza e intimidación de Kenny Miller. Ese era el
quinteto para intentar la gesta, estando bien secundado desde el banquillo por
la briega y esfuerzo de Curro Ávalos, Gabi Ruiz y Alfonso Reyes, que daba
minutos de refresco a los jugadores interiores.
Lejos de acongojarse
ante los Xavi Fernández, Montero, Corey Crowder, Salva Díez, Ferrán Martínez,
Andrés Jiménez, Darryl Middleton, Aíto García Reneses y compañía los malagueños
dieron una vez más muestras de su entereza y de una fe ciega en sus
posibilidades asaltando el Palau en el primer partido de la serie. Los de la
Costa del Sol hicieron valer su frescura al llegar mucho más descansados que
los blaugranas imponiéndose por 77-84, con 23 puntos de Babkov que hizo de
brazo ejecutor con 4/7 en triples estando bien secundado por Nacho Rodríguez
(15 puntos, 5 rebotes y 4 asistencias).
En el segundo partido
Unicaja estuvo a punto de volver a dar la sorpresa. El Barcelona salvó el KO
por la mínima (93-92) en un partido a cara de perro donde la lucha por el
rebote fue el factor determinante (36 vs 22), junto con el doble-doble de
Middleton (12 puntos y 10 rebotes) y la gran dirección de Montero (18 puntos y
21 valoración). Ambos equipos se mostraron un tanto fallones desde la línea de
personal (77% vs 70%) y de nada sirvió que la tripleta formada por Ansley,
Babkov y Miller superaran la veintena de valoración cada uno.
El tercer partido, como
no podía ser de otra manera, también fue apasionante e igualado. Los de la
Costa del Sol vencieron por un solo punto (88-87) que le servía para poner el
1-2 en la eliminatoria. La pareja interior formada por Ansley (32 de
valoración) y Miller (28 de valoración) fue determinante para declinar la
balanza a favor de Unicaja. Entre ambos firmaron más de la mitad de los puntos
de su equipo (46), 25 rebotes de los 41 conseguidos por su equipo y 19 faltas
recibidas.
¡La locura estaba desatada
en Málaga! Su equipo estaba a un solo partido de proclamarse campeón de liga,
el sueño estaba a punto de convertirse en realidad. Para ello solo tenían que
ganar el siguiente partido que se jugaría en Ciudad Jardín, con la mochila
cargada de optimismo puesto que Unicaja hasta ese momento se había mostrado muy
superior a lo largo de esos tres partidos.
En el cuarto partido de
la serie la tensión podía cortarse con un cuchillo. De nuevo el choque estuvo
igualadísimo y nos deparó otra vez un final ajustado y no apto para cardíacos.
A veinte segundos para el final Unicaja perdía por dos puntos (77-79) después
de que Salva Díez fallase un 1+1. Los malagueños tenían entonces la oportunidad
no solo de ganar el partido, sino de conquistar un campeonato. La opción menos valiente
era mandar el partido a la prorroga, pero este Unicaja no iba a renunciar
precisamente ahora a sus mejores cualidades, la valentía y una fe
inconmensurable forjada durante toda la temporada, así que la idea de mandar el
partido al tiempo extra no entraba en sus planes.
Mike Ansley, soberbio
durante toda la noche (37 puntos y 39 de valoración), fue quien pidió jugarse
el balón que podía hacer historia, el balón que podía convertirle en héroe o
villano. El ala-pívot botó el balón lentamente traspasando la línea de medio
campo mientras Middleton, su defensor, le esperaba a una distancia prudencial.
Ansley seguía con el yo-yo puesto mirando el reloj de posesión y pasándose el
balón entre piernas hasta que decidió levantarse desde siete metros para
intentar el triple de la gloria o los infiernos… Pero la diosa fortuna no quiso
aliarse con él y el Unicaja y el tiro no entró tras chocar con la parte
posterior del aro y salir despedido. La serie estaba igualada (2-2) y el bajón
moral entre la afición y los integrantes de la plantilla fue estrepitoso. Lo
habían tenido en las manos, lo había tocado con la yema de los dedos, pero desgraciadamente
el deporte es así y cayeron por 78-80 sin obviar la gran actuación de Ferrán Martínez. El pívot blaugrana firmó 24 puntos con una serie en el tiro extraordinaria (6/6 T2 y 2/3 T3).
Aún quedaba un partido
para intentarlo, para ganar la liga. Pero el equipo sufrió un duro revés tras
aquel tiro del que no supo sobreponerse tres días más tarde en el Palau.
Unicaja estuvo desdibujado en aquel quinto partido, no se pareció al conjunto
de los cuatro partidos anteriores, y el Barça acabó imponiendo su experiencia
no dejando que esta vez los de Imbroda les metieran de nuevo el miedo en el
cuerpo. El Barcelona se proclamaba campeón de liga tras ganar por 73-64 con un
nuevo doble de Middleton (19 puntos y 12 rebotes para 28 valoración). Ese día solo
dos jugadores de Unicaja alcanzaron los diez de valoración (Rodríguez y
Miller).
Sin embargo todo no
fueron sinsabores. Mike Ansley fue nombrado MVP de la final, siendo el único
caso en la historia de las finales ACB en que el jugador más valioso es del
equipo perdedor. Aunque a buen seguro que hubiese cambiado aquel galardón
porque su triple hubiese besado la red, hubiese entrado de manera excelsa o
llorando, en definitiva que hubiese dado el título a su equipo.
De todas maneras, hubo
un antes y un después para nuestro baloncesto tras aquella final. Unicaja abrió
la veda para otros equipos, para que otros clubes se convencieran de que era
posible colarse en el selecto club formado por Joventut, Barcelona y Madrid. De
hecho el camino abierto por Unicaja no tardó en ser transitado por el Caja San
Fernando al año siguiente al colarse en la final contra el Barça. En 1997 por
el TDK que se convirtió en el cuarto equipo en ganar la ACB y en 2002 por el
TAU, que inscribió su nombre como quinto equipo ganador de nuestra liga.
Finalmente el
baloncesto le devolvió en 2006 a Unicaja lo que le había arrebatado nueve años atrás.
Los malagueños vencieron al TAU con Scariolo en el banquillo y con Jorge
Garbajosa como estrella. Pero sin lugar a dudas, aquel 1995 le enseñó una
lección a Unicaja. Aprendió que con esfuerzo, tesón y confianza todo posible… ¡Aprendió
a soñar!
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