El 15 de noviembre de año 2002 la población estadounidense de Winston-Salem (North Carolina) se conmocionó al enterarse de que uno de sus ciudadanos más ilustres había sido asesinado. Nathaniel Frederick Jones era un hombre de 61 años conocido en toda la ciudad por ser el fundador y propietario de Jones Chevron, una estación de servicio de la población. La primera estación de servicio abierta por un hombre de color en todo el estado de North Carolina. Un hombre querido y respetado en Winston Salem que aquel fatídico día fue asesinado por un grupo de jóvenes a escasos metros de su casa.
La noticia fue un bofetón para la ciudad tal como quedó demostrado por el número de asistentes a su funeral. Se dice que más de dos mil personas fueron al funeral de Nathaniel Jones. El hombre era casi una leyenda en la ciudad y muchísima gente quería mostrarle sus respetos a la familia. Entre todas esas personas había un adolescente que era, sin duda, el que más roto de dolor estaba. Y es que Chris Emmanuel Paul había perdido algo más que a un héroe local. Había perdido a su abuelo. A “Papa Chili” como le conocían en la familia.
Chris Paul había nacido en la propia Winston Salem 17 años antes. Hijo de Charles y Robin Paul, Chris tuvo una infancia muy distinta a la de algunas de las estrellas de la NBA. Creció en el seno de una familia feliz, llena de amor y que le guió por el buen camino. Incluso puede decirse que Paul tuvo una educación un tanto estricta. Los padres querían por todos los medios que tanto Chris, como su hermano, fueran bien en la escuela y jugaran al basket.
Y en ese núcleo familiar, “Papa Chili” era una pieza básica. Paul sentía verdadera pasión por su abuelo, muestra de lo cual eran las tardes y tardes que el hoy base de los Clippers pasaba en Jones Chevron ayudando a su abuelo con las tareas que le daba la estación. Tardes en las que Paul y su hermano (que también iba a trabajar con el abuelo Jones) aprendían mucho acerca de cosas fundamentales en la vida. Entre otras cosas Nathaniel Jones enseñó a su nieto la importancia del perdón. Una enseñanza que Chris Paul pondría en práctica unos años más tarde, cuando declaró que le gustaría encontrarse cara a cara con los responsables de la muerte de su abuelo para decirles que les perdonaba.
Chris Paul estaba en su año senior en la West Forsyth High School. A sus 17 años, ya destacaba sobre manera en el equipo y algunas de las grandes universidades ya estaban llamando a su puerta. Pero Paul no tenía dudas, quería jugar para Wake Forest. La que fue universidad, entre otros, de Tim Duncan. Y ese anhelo, ese sueño, se vio cumplido el 14 de noviembre cuando firmó una beca para jugar con Wake Forest.
Esa fue la última satisfacción que se llevó “Papa Chili” consigo. Al día siguiente ocurrió el fatal acontecimiento. Chris Paul estaba en un partido de fútbol americano cuando un primo le contó la trágica noticia. Dos días después, sin tiempo de digerir nada, West Forsyth jugaba contra Parkland y todo lo que rondaba su cabeza era como iba a jugar un partido de baloncesto sin su abuelo. La solución se la acabó dando su tía “¿Qué tal meter 61 puntos, uno por cada año de vida de tu abuelo?” La hazaña, a priori, era una quimera, pero Paul debía intentarlo por su abuelo.
Aquel día, Paul estuvo simplemente imparable gracias a la adrenalina insuflada por su tía. Él mismo reconoció que aquel día sintió que nadie podía defenderlo. Empezó a anotar de una forma inusitada en él con triples, bandejas, tiros libres... todo un recital baloncestístico. Pero hubo que esperar al final del partido pero que la cifra mágica llegara. A poco más de dos minutos para el final y con 59 puntos en su haber, Paul hizo una entrada que finalizó con canasta y personal. Con esa jugada ya había alcanzado la tierra prometida, los 61 puntos. ¿Qué hacer con el tiro libre? ¿Anotarlo? ¿Fallarlo? Paul ni se lo pensó. Lanzó un 'air ball' (minuto 4:50 del vídeo) y se fue directamente al banquillo con la satisfacción de haberle rendido un tributo más que merecido a su queridísimo abuelo.
En el banco, se abrazó con su padre y rompió a llorar con el recuerdo de su abuelo en la memoria. Chris Paul había logrado hacer 61 puntos como homenaje a “Papa Chili”. Había conseguido hacer realidad lo que unas horas antes fue simplemente una sugerencia de su tía. Fue sin duda, la mejor ofrenda que pudo rendir Chris Paul a la memoria de Nathaniel Franklin Jones. A buen seguro aquella noche de noviembre será la más emotiva en una cancha de baloncesto para 'CP3'.
FUENTE: Documental de ESPN de Chris Connelly para Good Morning America.
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