Hace más de medio siglo, tal día como hoy de 1962, no estaba
prohibido que un equipo encestara apropósito en su propia canasta. Precisamente, a raíz de esta historia surgió una norma
que impide anotar en tu propio aro adrede. Era otros tiempos en los que el
baloncesto era totalmente diferente a que vemos en la actualidad. Era un básquet
en el que no existía la línea de tres (se instauró en 1984 tras los Juegos
Olímpicos de Los Ángeles), ni las posesiones de 24 segundos (unos años antes se
había instaurado los 30 segundos), tampoco era infracción el campo atrás y no
existía el tiro libre adicional tras canasta. En definitiva, era un baloncesto
muy alejado de la exuberancia física de ahora y con muchos menos sistemas
tácticos y encorsetamientos.
Nos situamos entonces
en el 18 de enero de 1962. El Real Madrid jugaba en Italia ante el Ignis Varese
el partido de ida de los octavos de final de la Copa de Europa. Las
eliminatorias de lo que es hoy en día la Euroliga se disputaban entonces a
doble partido, sumándose los puntos conseguidos en ambos partidos para obtener
el resultado final. Y por tanto era muy importante ganar por muchos puntos de
diferencia, o no perder por demasiada diferencia.
Aquel Madrid estaba
entrenado por el mítico Pedro Ferrándiz, eterno inquilino del banquillo
madridista durante las décadas de los 60 y 70, y que disponía de jugadores de
la talla de Emiliano Rodríguez, Lolo Sáinz, Lorenzo Alocén, Lluis Cortés,
Carlos Sevillano y la pareja de pívots americanos formada por Stanley Morrison
y Wayne Hightower.
Los madridistas
comenzaron dominando el marcador (10-20) ante un pabellón italiano que hervía
de locura con los suyos. Aquella presión de la hinchada italiana no amedrentó a
los chicos de Ferrándiz que dominaron con suma facilidad el marcador durante la
primera mitad (36-44). Sin embargo, en la segunda mitad el escenario cambió por
completo y el Madrid resistía como podía el empuje del Ignis. El marcador se
estrechaba cada vez más, siempre con los blancos por delante, y a falta de dos
segundos se produjo la jugada que hizo que se introdujera una nueva norma en el
baloncesto.
Con empate a 80 y con
el pívot Morrison eliminado por personales, el partido parecía abocado a la
prorroga. Sin embargo el desenlace fue totalmente inesperado ya que Ferrándiz
tenía planeada la artimaña perfecta.
Lluis sacó de fondo pasándole
el balón a Lorenzo Alocén, que había sustituido al eliminado Morrison, y este
ni corto ni perezoso encestó en su propia canasta poniendo el 82-80 final ante
la incredulidad de todos los aficionados que llenaban el pabellón.
La primera reacción del
público italiano fue burlarse de Alocén pensando que había sido presa de los
nervios o la presión, pensando que había cometido un fallo imperdonable que le
había costado el partido a su equipo. Pero nada más lejos de la realidad, ya
que el ‘fallo’ no había sido tal y la jugada estaba diseñada al milímetro por
Ferrándiz, hecho del que se percató primero el jugador del Varese Toth.
Lorenzo Alacén |
La autocanasta lo que
buscó fue eludir la prorroga, ya que el Madrid había perdido por faltas
personales a Morrison y Sevillano, y Hightower andaba renqueante por algunos
problemas físicos. Fue por lo que Ferrándiz utilizó aquella artimaña para
perder por solo dos puntos, evitando de esa manera una presumible derrota por
más puntos en el tiempo extra, y remontar en el partido de vuelta esa exigua
diferencia.
Todo sucedió como
Ferrándiz esperaba en el partido de vuelta. El Madrid ganó holgadamente por 83-62
y se clasificó para cuartos. Esa misma temporada el equipo consiguió llegar a
la final celebrada en Ginebra ante el Dinamo de Tbilisi, siendo la primera
final de Copa de Europa que jugaban los blancos y en la que no tuvieron un buen
estreno al perder por 90-83.
Posteriormente los
propios protagonistas reconocieron la artimaña: "Lo teníamos previsto y habíamos
estudiado la jugada antes del partido. Jugábamos en Varese en octavos de la
Copa de Europa, era el partido de ida y quedaba la vuelta en Madrid. En el
primer tiempo ganábamos 36-44, pero la cosa se puso fea. Hightower estaba
lesionado y Emiliano en el banco. A falta de dos segundos metieron la canasta
del empate a 80 y eliminaron por faltas a Morrison. Estábamos en inferioridad
clara y la prórroga no nos convenía. Pedí tiempo muerto y saqué a Alocén".
De
igual modo se expresaba Alocén: "Me
dijo: 'Lorenzo, ya sabes lo que tienes que hacer'. Sacábamos de debajo de
nuestra canasta y me la pasó Lluís. Emiliano estaba esperando para palmear si
la fallaba, pero la metí limpia y fingí celebrarlo. La afición italiana empezó
a gritar alborozada '¡Lorenzini, Lorenzini!".
Y Lluis
explicaba cómo se hicieron los despistados para no levantar sospechas, aunque
no lo consiguieron: "Nosotros le agarramos
como si se hubiera vuelto loco para que los árbitros no pitaran técnica y
anularan la canasta. Pero un jugador del Varese, Toth, empezó a recriminarnos.
El público se dio cuenta y empezó a tirarnos de todo".
Resumiendo, la jugaba
diseñada por Ferrándiz y ejecutada por Alocén podría considerarse de poco
deportiva y ética, pero a fin de cuentas legal en aquel entonces, ya que la
FIBA no contemplaba en su reglamento que una jugada así pudiera producirse,
¡era impensable! Aquel hecho hizo replantearse a la Federación Internacional de
Baloncesto una modificación del reglamento, castigando las autocanastas
voluntarias con la exclusión de la competición y una multa económica de 1.000
dólares.
A buen seguro que
Lorenzo Alocén nunca llegó a imaginar que aquella canasta le haría mundialmente
famoso.
Fuentes consultadas: Hemeroteca El Mundo Deportivo, FEB, Real Madrid.com, Diario AS.
Fuentes consultadas: Hemeroteca El Mundo Deportivo, FEB, Real Madrid.com, Diario AS.
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